La clínica con sede en Queens del doctor Jaime H. Cárcamo ha sido un refugio seguro durante los últimos 20 años para los inmigrantes latinos que trabajaron en los esfuerzos de limpieza de la zona cero.
Después del 11 de septiembre de 2001, el doctor Cárcamo ofreció talleres en toda la Ciudad de Nueva York sobre la terapia cognitivo-conductual (TCC) del trastorno de estrés agudo (TEA), el trastorno de estrés postraumático (TEPT) y el duelo traumático (TG) como parte de su labor en el Instituto Psiquiátrico del Estado de Nueva York (NYSPI) de la Universidad de Columbia, donde fue seleccionado para integrarse a un grupo de expertos en tratamiento del trauma.
Uno por uno, cerca de 25 inmigrantes cuentan sus historias sobre lo que vieron el 11 de septiembre y las semanas posteriores, pero muchos de los pacientes demoraron años antes de acudir a la clínica en busca de ayuda psicológica.
El doctor Cárcamo explicó que, entre los sobrevivientes de los ataques del 11 de septiembre, las minorías son particularmente vulnerables al trauma a largo plazo. Sin embargo, son menos propensos a solicitar servicios de salud mental, en parte porque muy pocos servicios se ofrecen en español y la mayoría no son culturalmente adaptados.
Si bien la Ley de Salud y Compensación de James Zadroga permite que algunas personas reciban psicoterapia de forma gratuita, independientemente del estado migratorio del paciente, los prejuicios y tabúes respecto a la salud mental entre la comunidad latina a menudo resultan ser barreras infranqueables.
Otro factor determinante, indica el doctor de origen salvadoreño, es que estos pacientes tienen más probabilidades de tener ingresos más bajos, por ende, el acceso a los servicios de salud mental especializados es más inaccesible.
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Un informe revelado en 2011 por la Universidad de Columbia encontró que de los 3.271 civiles que fueron evacuados del World Trade Center y fueron entrevistados, uno de cada tres latinos y negros sufría de trastorno de estrés postraumático en comparación con el 15 por ciento de todo el grupo. El estudio encontró que los sobrevivientes con ingresos de menos de $ 25,000 al año tenían ocho veces más probabilidades de tener PTSD que aquellos que ganaban $ 100,000.
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Además, los inmigrantes que carecen de residencia legal enfrentan factores estresantes adicionales, en especial la amenaza de deportación.
“El impacto psicológico fue devastador para la mayoría de los neoyorquinos, en especial para los latinos, los cuales desarrollaron a proporción mayor el trastorno de estrés postraumático (TEPT). Desafortunadamente, no hay muchos recursos para los latinos que no hablan inglés, o que no tienen documentos”, comentó el doctor Cárcamo.
El psicoterapeuta citó un reporte de 2018 de la Asociación Americana de Psicología que reveló que solo el 5 por ciento de los psicólogos estadounidenses eran latinos.
“No hay suficientes profesionales de salud mental que hablen español, o psicólogos que comprendan y sean a sensibles a nuestra cultura hispana. Son pocos los servicios de salud mental enfocados en hispanos y socioculturalmente adaptados para nuestra comunidad, pero existen. Por ejemplo, la Entrevista de Formulación Cultural, se considera un método sistemático de evaluación cultural para mejorar la precisión del diagnóstico psicológico y la participación de la persona en la planificación del tratamiento de salud mental”, explicó el especialista, un defensor de la terapia de exposición, cuando los pacientes describen en detalle los recuerdos traumáticos que los agobian.
“Hay que tener en cuenta que no todos los profesionales de salud mental, en especial los que no hablan español, tienen competencia cultural en el campo de la salud mental, que resulta en diagnósticos erróneos y el tratamiento inadecuado. Esto causa que los latinos y otras comunidades minoritarias tiendan a recibir cuidado de baja calidad. Sin embargo, los latinos pueden mejorar sus posibilidades en recibir atención por un profesional de la salud que sea sensible a las diferencias culturales. Para esto, hay que ser proactivo, hacer preguntas, en especial a proveedores de salud mental que no hablan español”, agregó.
EL MARTES 11 DE SEPTIEMBRE, EL DÍA DE LOS ATAQUES
El doctor Cárcamo recuerda que ese martes 11 de septiembre de 2001 trabajaba en una oficina del Instituto Psiquiátrico del Estado de Nueva York (NYSPI) en Manhattan cuando se anunció por los altoparlantes que un avión se había estrellado en una de las torres gemelas del World Trade Center.
“Como psicólogo, sabía que el impacto emocional para los sobrevivientes, familiares, y la mayoría de los neoyorquinos sería significativo en su salud mental. Mis labores profesionales empezaron de inmediato realizando talleres en la Ciudad de Nueva York sobre terapia cognitivo-conductual (TCC) para el trauma y el trastorno de estrés postraumático (TEPT), y a la misma vez, proveyendo servicios de salud mental para las víctimas. La mayoría de mis pacientes eran latinos que trabajaron en limpieza y removiendo escombros en la zona cero”, recordó.
“Algunos sobrevivientes del ataque vivieron el desplome de las Torres Gemelas dentro de un marco religioso de tipo apocalíptico, tal como ‘el día del juicio final’ o ‘el fin del mundo’. Incluso las personas que no eran religiosas describían lo sucedido de esta forma. Se volvieron comunes las descripciones de problemas para dormir, de pesadillas, de agitación, de temor, de ansiedad, de depresión y de ira”, añadió.
El psicoterapeuta comentó que la expectativa de otro ataque terrorista causó que los neoyorquinos evitasen lo que consideraban lugares de alto riesgo, tales como los centros comerciales, los cines, los puentes, los túneles y los rascacielos, y en especial los vuelos comerciales.
“Lo que se consideraba seguro antes del 11 de septiembre se tornaba peligroso. Se hacía difícil distinguir un lugar seguro de uno de alto riesgo”, expresó.
“Durante los últimos 20 años todavía muchos sobrevivientes siguen sufriendo de ansiedad, depresión y trauma. Pandemias como la del Coronavirus complican su situación y su estado emocional”, finalizó.