WASHINGTON — Legisladores republicanos eligieron este viernes a su colega, Elise Stefanik, como el reemplazo de Liz Cheney en el puesto 3 de liderazgo en la Cámara de Representantes, quien fue marginalizada por sus críticas al expresidente Donald Trump a raíz de sus infundadas denuncias de fraude electoral.
Tras una reunión a puertas cerradas y por medio del voto secreto, los republicanos eligieron a Stefanik, una ferviente seguidora del expresidente Donald Trump.
Los republicanos destituyeron el miércoles a su correligionaria Cheney del cargo que tenía en la dirección del partido en la Cámara de Representantes debido a su persistente repudio de las falsedades electorales de Donald Trump, lo cual pone de relieve el control que el exmandatario mantiene sobre esa fuerza política pese a que enfrentó un juicio político en dos ocasiones.
CHENEY FUE CASTIGADA POR SUS CRÍTICAS HACIA TRUMP
Cheney insistió en que continuará intentando arrancarle el partido a Trump y sus “mentiras destructivas”.
En una reunión a puertas cerradas y mediante voto oral, los legisladores republicanos tardaron menos de 20 minutos para quitarle a Cheney su cargo como la 3ra dirigente más importante de ese partido en la cámara baja.
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EEUU
La destitución, solicitada por Trump y otros republicanos de alto rango, mostró la capacidad del expresidente para trastocar las carreras de sus antagonistas, incluso las de los miembros de mayor rango en el Partido Republicano.
Cheney, hija del exvicepresidente Dick Cheney, ha reprochado reiteradamente a Trump por su mentira repetida frecuentemente de que le robaron la reelección de 2020 y por haber alentado a sus simpatizantes a que invadieran el Capitolio el 6 de enero.
El miércoles, Cheney arremetió de nuevo sin arredrarse.
“Si ustedes quieren líderes que permitan y propaguen las mentiras destructivas de él, no soy su persona”, les dijo Cheney a sus colegas antes de la votación, según un colaborador que facilitó las declaraciones de la legisladora a condición de guardar el anonimato. “Tienen muchos más a quienes escoger. Ese será su legado”.
Los detractores de Cheney dicen que su ofensa no son sus puntos de vista sobre Trump, sino su persistencia en manifestarlos públicamente, socavando la unidad que desean que los líderes del partido muestren en antelación a los comicios del año entrante, en los que confían lograr el control de la cámara baja.
Varios aseguran también que la lealtad de los electores republicanos a Trump significa que sin él las perspectivas electorales para el partido serían pésimas.
La destitución de Cheney significa de hecho que el Partido Republicano está imponiendo un requisito notable para formar parte de sus puestos más importantes: adherencia, o cuando menos silencio, frente a la aseveración falaz de Trump de que hubo un fraude electoral generalizado.
En diversos estados del país, autoridades y jueces de ambos partidos no encontraron evidencia que sustentara las afirmaciones del expresidente.
Cheney, de 54 años, al parecer enfrenta un camino difícil en su intento por modificar el rumbo del Partido Republicano para que se aleje de la influencia e imagen de Trump.
La legisladora dijo a los republicanos que no renunciará a la Cámara de Representantes y que intentará ser reelegida el año entrante, aunque es casi seguro que tendrá que sobrevivir al desafío que le oponga algún oponente escogido por Trump en las elecciones primarias.