NUEVA YORK -- Dos semanas antes de ponerle fin a su vida, Jeffrey Epstein se sentó en una de las esquinas de su celda en Manhattan con las manos sobre las orejas, desesperado por el sonido de un retrete que no dejaba de correr.
Epstein estaba agitado y no podía dormir, notaron funcionarios de prisión según documentos a los que The Associated Press tuvo acceso recientemente. Se llamaba a sí mismo un “cobarde” y se quejaba de que estaba teniendo problemas para adaptarse a su vida tras las rejas luego de su arresto en julio de 2019 por cargos federales de tráfico sexual y asociación delictuosa, los cuales transformaron una vida de lujos en una dentro de una jaula de concreto y acero.
Jeffrey Epstein
En ese momento, el financiero caído en desgracia se encontraba bajo observación psicológica por un intento de suicidio apenas días antes, el cual dejó visibles marcas en su cuello. Sin embargo, incluso luego de pasar 31 horas bajo observación, Epstein insistió en que no era suicida, diciéndole al psicólogo de la prisión que tenía una “vida maravillosa” y “estaría loco” si quisiera ponerle fin.
El 10 de agosto de 2019, Epstein estaba muerto.
Casi cuatro años después, The Associated Press ha tenido acceso a más de 4,000 páginas de documentos relacionados con la muerte de Epstein por parte de la Oficina de Prisiones bajo el amparo de la Ley de Acceso a la Información. Los expedientes incluyen una detallada reconstrucción psicológica de los eventos previos al suicidio de Epstein, así como su historial médico, reportes internos de la agencia, correos electrónicos, memos y otros documentos.
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En conjunto, los documentos que obtuvo la AP el jueves brindan el recuento más completo hasta la fecha sobre la detención y fallecimiento de Epstein, y el caos subsecuente. Los registros ayudan a desmentir la gran cantidad de teorías conspirativas en torno al suicidio de Epstein, dejando al descubierto cómo fallas fundamentales en la Oficina de Prisiones — entre ellas una severa falta de personal y empleados que no cumplían sus labores — contribuyeron a la muerte de Epstein.
También arrojaron nueva luz en torno a la fallida respuesta de la agencia federal de prisiones después de que Epstein fue encontrado inconsciente dentro de su celda en el Centro Correccional Metropolitano de la Ciudad de Nueva York, el cual ya fue cerrado.
En uno de los correos electrónicos, un fiscal involucrado en el caso penal contra Epstein se quejó sobre la falta de información de parte de la Oficina de Prisiones en los momentos críticos tras su fallecimiento, escribiendo que era “simplemente increíble” que la agencia emitiera comunicados de prensa públicos “antes de darnos la información básica para que pudiéramos transmitirla a sus abogados, y ellos, a su vez, a los familiares” de Epstein.
En otro email, un funcionario de alto rango de la Oficina de Prisiones lanzó una insinuación falsa al director de la agencia de que los reporteros de noticias debieron estarles pagando a los empleados de la cárcel para recibir información sobre la muerte de Epstein debido a que estaban dando a conocer detalles sobre las fallas de la dependencia.
Los documentos también ofrecen un nuevo vistazo al comportamiento de Epstein durante sus 36 días en prisión, incluyendo información que no se había reportado previamente sobre un intento de ponerse en contacto por correspondencia con otro reconocido pedófilo: Larry Nassar, el doctor del equipo de gimnasia olímpica de Estados Unidos que fue condenado por abusar sexualmente de un gran número de deportistas.
La carta de Epstein a Nassar fue encontrada devuelta al remitente en la sala de correo de la prisión semanas después de la muerte de Epstein. “Parece que la envió y se le devolvió”, dijo el investigador que encontró la misiva, en un email dirigido a un funcionario de la cárcel. “No estoy seguro de si debo abrirla o debo entregarla a alguien más”.
La carta no fue parte de los documentos que se le entregaron a la AP.
La noche antes de su muerte, Epstein se salió de una reunión con sus abogados para hacer una llamada telefónica a su familia. Según un memo de un administrador de unidad, Epstein le dijo a un empleado de la cárcel que le llamaría a su madre, la cual llevaba muerta 15 años.
La muerte de Epstein dio pie a un mayor escrutinio sobre la Oficina de Prisiones y obligó a la agencia a cerrar el Centro Correccional Metropolitano en 2021. También dio origen a una investigación de la AP que ha descubierto nuevos y graves problemas al interior de la agencia, la más grande del Departamento de Justicia con más de 30,000 empleados, 158,000 reclusos y un presupuesto anual de 8,000 millones de dólares.
Un memo interno sin fecha, pero enviado después de la muerte de Epstein, atribuyó los problemas dentro de la prisión a “niveles seriamente reducidos de personal, capacitación inadecuada o falta de adiestramiento, seguimiento y supervisión”. El memo también detalló las medidas que ha implementado la Oficina de Prisiones para solucionar las fallas que expuso el suicidio de Epstein, como el requerimiento de que los supervisores revisen los videos de vigilancia para asegurarse de que los agentes realicen sus visitas requeridas a las celdas.
El abogado de Epstein, Martin Weinberg, dijo que las personas detenidas en la instalación experimentaron “condiciones medievales de confinamiento que ningún acusado estadounidense debía pasar”.
“Es triste, es trágico, y se necesitó de un evento de este tipo para que la Oficina de Prisiones finalmente cerrara esta lamentable institución”, dijo Weinberg en una entrevista telefónica el jueves.
Los empleados encargados de vigilar a Epstein la noche en que se quitó la vida, Tova Noel y Michael Thomas, fueron acusados de mentir en los registros de la prisión para que pareciera que habían realizado sus rondas requeridas antes de que Epstein fuera encontrado sin vida. El compañero de celda de Epstein no regresó luego de presentarse un día antes a una audiencia en un tribunal, y los funcionarios de la prisión no le asignaron a otro compañero de celda, dejándolo solo.
Los fiscales señalaron que los trabajadores estaban sentados en sus escritorios a tan sólo 4.5 metros (15 pies) de la celda de Epstein, compraron muebles y motocicletas por internet y caminaron alrededor de la zona común de la unidad en lugar de llevar a cabo sus rondines cada 30 minutos.
Durante un periodo de dos horas, ambos parecían estar dormidos, según su acta acusatoria. Noel y Thomas admitieron haber falsificado las bitácoras, pero evitaron ir a prisión gracias a un acuerdo con los fiscales federales. Entre los documentos dados a conocer el jueves había copias de algunas bitácoras, con la firma censurada de los custodios.
Una investigación independiente de la oficina del inspector general del Departamento de Justicia aún está abierta.
Epstein llegó al Centro de Prisiones Metropolitano el 6 de julio de 2019. Pasó 22 horas con la población general de la prisión antes de que las autoridades lo trasladaran a una unidad especial “debido al incremento significativo de la cobertura noticiosa y el reconocimiento de su persona entre la población de reclusos”, según la reconstrucción psicológica de su fallecimiento.
Epstein declaró posteriormente que le molestaba tener que usar el uniforme naranja de recluso dentro de la unidad especial, y se quejó de que se le tratara como si fuera un “tipo malo” a pesar de su buen comportamiento tras las rejas. Solicitó un uniforme marrón para sus visitas casi diarias de sus abogados.
Durante una inspección inicial de salud, el hombre de 66 años dijo que había tenido más de 10 compañeras sexuales en los últimos cinco años. Los registros médicos indicaban que sufría de apnea del sueño, estreñimiento, hipertensión, dolores en la zona lumbar, prediabetes y que anteriormente había recibido atención por clamidia.
Epstein intentó adaptarse a su entorno en prisión, según los expedientes. Pidió comida kosher y dijo a los funcionarios de la prisión, a través de su abogado, que quería permiso para ejercitarse al aire libre. Dos días antes de su muerte, Epstein hizo compras por 73,85 dólares dentro de la tienda de la prisión, incluido un radio AM/FM y unos audífonos. Tenía 566 dólares en su cuenta al momento de su muerte.
Epstein empeoró cuando un juez le negó libertad bajo fianza el 18 de julio de 2019, incrementando la posibilidad de que permaneciera encerrado hasta el día de su juicio, y posiblemente más tiempo. De ser declarado culpable, enfrentaba una pena de hasta 45 años de cárcel. Cuatro días después fue encontrado en el suelo de su celda con sábanas amarradas alrededor de su cuello.
Epstein sobrevivió. Sus lesiones no requirieron hospitalización. Fue puesto bajo observación por su intento de suicidio y posteriormente en observación psiquiátrica. Los funcionarios de la cárcel señalaron en sus bitácoras que lo veían “sentándose al borde de la cama y con la mirada perdida” y sentado “con la cabeza recargada contra la pared”.
Epstein expresó su frustración con el ruido dentro de la prisión y su falta de sueño. Durante sus primeras semanas dentro del Centro Correccional Metropolitano, Epstein no tenía consigo el aparato de respiración que usaba para su apnea del sueño. Luego el retrete de su celda comenzó a dar problemas.
“Seguía en la misma celda con un retrete descompuesto”, escribió el director de psicología de la cárcel en un correo electrónico enviado al día siguiente. “Por favor trasládenlo a la celda de al lado una vez que regrese, ya que el retrete sigue descompuesto”.
Un día antes de que Epstein se quitara la vida, un juez federal desprecintó alrededor de 2,000 páginas de documentos en una demanda por abuso sexual en su contra. Eso, según los funcionarios de prisión, socavó todavía más el estado de Epstein.
Eso, en combinación con una significativa falta de conexiones interpersonales y “la idea de posiblemente pasar el resto de su vida en prisión posiblemente fueron factores que contribuyeron al suicidio del señor Epstein”, escribieron los funcionarios.
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Los periodistas de Associated Press Sarah Brumfield, en Silver Spring, Maryland; Ben Finley, en Norfolk, Virginia; Sam Metz, en Salt Lake City; Jake Offenhartz y David B. Caruso, en Nueva York; Russ Bynum, en Savanah, Georgia; Gene Johnson, en Seattle; y Brooke Schultz, en Harrisburg, Pensilvania, contribuyeron a este despacho.