NUEVA JERSEY -- Esta es una historia de triunfo sobre la tiranía: una misión clandestina en 1960 para transportar en avión a miles de niños no acompañados desde la Cuba comunista a Estados Unidos.
La misión, que se conoció como Operación Pedro Pan, fue orquestado por Caridades Católicas de Miami, sancionadas por el Departamento de Estado de Estados Unidos.
Entre los más de 14,000 niños escondidos que se trasladaron encubiertamente en un período de dos años se encontraban ocho miembros de la familia Fernández, que finalmente se establecieron en Elizabeth, Nueva Jersey. Los niños fueron sacados de La Habana en grupos separados para no despertar sospechas. Más tarde nació un noveno hijo en Estados Unidos.
"De vez en cuando lloro. Y todo el mundo hace eso cuando tiene un trauma, ¿verdad?", dijo Patricia Fernández en una entrevista exclusiva con el I-Team, el equipo de investigación de nuestra cadena hermana NBC New York.
Los hermanos nunca habían hablado entre sí sobre su trauma hasta que NBC New York les pidió que se reunieran para una emotiva entrevista en donde tuvieron varios momentos de pausa para poder recomponerse.
Manténte al tanto de las noticias locales y del estado del tiempo. >Suscríbete a nuestros newsletters gratuitos aquí.
"El hecho de que no pudiéramos salir juntos de Cuba fue muy emotivo. Fue horrible porque no sabíamos si nos íbamos a encontrar de nuevo", dijo el hermano mayor, José.
Antes de que sus padres los despidieran, los hermanos describieron el temor de ser vigilados constantemente por agentes del gobierno.
"Sabes el hecho de que incluso en tu propio vecindario no podías hablar porque tenías miedo y mi papá me advertía: 'No hables con nadie, no puedes confiar en nadie'", dijo Bill Fernández.
Tres de los hermanos terminaron en un orfanato y reformatorio ahora cerrado en Staten Island.
"Fue horrible", dijo Ed Fernández. "Sentí que era mi culpa. Como si hubiera hecho algo mal".
Su padre acabó encontrando un apartamento en Elizabeth para siete de sus hijos. Su hija Beatrice, a los 9 años, fue la última en salir de Cuba. Su madre, ciudadana española, vino después.
“No tenía idea de lo que estaba pasando y todo lo que recuerdo es que mi mamá me dijo que no hablara con nadie. No tenía idea de que iba a un aeropuerto ni adónde iba”, dijo Beatrice.
El hermano Juan, nacido en Estados Unidos, dice que la familia nunca habló de los años que estuvieron separados. Algunos vivieron en Florida en campamentos antes de reunirse con los demás en Nueva Jersey.
“Somos muy cercanos. Siempre hemos sido cercanos, siempre nos hemos cuidado unos a otros. Pero nunca tuvimos la sensación de compartir el dolor o la angustia que todos experimentamos aquí. Esto es años de terapia en una sola entrevista”, relató Juan.
Ahora comprenden la dolorosa decisión de sus padres: enviarlos lejos con la esperanza de liberarlos.
“Nunca me di cuenta de los sacrificios que mis padres hicieron por nosotros”, dijo Bill Fernández. “En ese momento, cuando tenía 7 años, pensé que me habían abandonado. Pero ahora, mirando hacia atrás, realmente lamento no haber tenido nunca la oportunidad de decirle a mi padre: gracias por el sacrificio que hiciste. Porque fue un sacrificio: enviar ocho niños y no saber si los volverías a ver”.
Cada uno de ellos tiene una nueva apreciación de lo que significa la familia después de estar separados y de encontrarse en una tierra extranjera. Estarán juntos estas fiestas, como siempre. Pero ahora, por primera vez, compartirán su historia con sus hijos y nietos: un verdadero regalo.
La mayoría de los más de 14,000 niños se reunieron con sus familias en Estados Unidos. Hay miles de personas que fueron parte de la operación Pedro Pan en todo el país que ahora se conectan a través de las redes sociales y con muchos capítulos más por escribir.