BOGOTÁ — “¡Mataron a Pablo Escobar!”, le gritaron a Gonzalo Rojas Peña sus compañeros en el colegio al enterarse de la noticia. ”¿No se alegra?”, agregaron de inmediato al verlo pasmado y sentado en el suelo.
El narcotraficante más buscado del mundo y el responsable de la muerte de su padre había sido abatido ese 2 de diciembre de 1993.
En Medellín, al noroeste de Colombia, un Escobar acorralado trató de huir del asedio de la policía por el tejado de una casa cuando fue impactado por disparos. Barbado, descalzo, vestido con un jean y una camiseta, lucía ensangrentado boca abajo, con el brazo izquierdo sobre la cabeza y la mano derecha sobre las tejas.
Por primera vez en varios años, Rojas Peña, de 14 años, creyó que sentiría algo de tranquilidad.
“Hasta entonces todos los colombianos teníamos una sensación de que salíamos de la casa y no íbamos a volver”, relató a The Associated Press Rojas al recordar lo ocurrido 30 años atrás.
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Y es que su padre, el ingeniero Gonzalo Hernán Rojas Castro, salió de su casa en Bogotá el 27 de noviembre de 1989 para no volver. Iba a bordo del avión de Avianca que explotó ese día en el aire a causa de una bomba detonada por el Cártel de Medellín, comandado por Escobar.
Fallecieron 101 pasajeros y seis tripulantes durante el atentado terrorista que pretendía asesinar al candidato presidencial César Gaviria, quien nunca abordó el vuelo.
Sobre Gaviria pesaba una amenaza real, era el sucesor político del candidato presidencial Luis Carlos Galán, quien el 18 de agosto de 1989 había sido asesinado a tiros durante un evento de campaña en Soacha, al sur de Bogotá, luego de declararle la guerra al narcotráfico y advertir que los extraditaría hacia Estados Unidos.
Gaviria ganó la presidencia y gobernó entre 1990 y 1994.
Tras el asesinato de Galán, su esposa, Gloria Pachón, y sus tres hijos tuvieron que salir de Colombia hacia Francia para protegerse. Juan Manuel Galán, el mayor, recuerda que Escobar dijo que “iría por las familias de sus enemigos” y pocos meses después secuestró a su tía Maruja Pachón durante siete meses.
“Si nosotros hubiésemos estado en ese momento viviendo en Colombia, probablemente el instrumento de presión más fuerte frente al gobierno habría sido directamente uno de los miembros de la familia inmediata: mi mamá, mis hermanos, o inclusive yo”, aseguró Galán a la AP.
Con los secuestros de Pachón y un grupo de periodistas, el capo intentaba presionar al gobierno para que no activara la extradición de narcos.
“Preferimos una tumba en Colombia que un calabozo en los Estados Unidos”, advertían en ese momento Escobar y otros narcos que se unieron bajo el rótulo de “Los extraditables” para oponerse a la medida con secuestros, asesinatos y ataques.
Ese 1989 es considerado el año más sangriento de la lucha contra el narcotráfico en Colombia. Además de Galán y la bomba en el avión, fue asesinado el comandante de la policía de Antioquia, detonado un carro con explosivos en el periódico El Espectador que dejó más de 70 heridos y otra bomba frente al Departamento Administrativo de Seguridad (DAS), encargado del servicio de inteligencia estatal, que causó la muerte de 70 personas.
En ese tiempo y en medio del terror, el Congreso no aprobó la extradición y Escobar se entregó a las autoridades en 1991 para estar recluido en la cárcel “La Catedral”, hecha a su medida y en la que luego se supo tenía el control, lujos y visitas a su antojo.
Escobar escapó de la cárcel en julio de 1992 junto a sus hombres de confianza ante un operativo que pretendía trasladarlo de prisión. Desde ese momento su persecución se agudizó y también la violencia.
A principios de 1993 aparecieron en Medellín los Pepes (Perseguidos por Pablo Escobar), dedicados a atacar a traficantes asociados a Escobar, sus empleados, familia y todo el que estuviera relacionado con él. Más de un centenar de miembros del Cártel de Medellín murieron y Escobar continuó detonando bombas que causaron la muerte de decenas de personas.
El llamado “Patrón”, no solo lidiaba desde la clandestinidad con los Pepes, también era perseguido por las autoridades colombianas y agentes especiales de Estados Unidos. Sus líneas telefónicas estaban interceptadas y fueron clave para dar con su paradero.
Un documento desclasificado de agencias del gobierno de Estados Unidos y publicado por la Comisión de la Verdad —entidad que se dedicó a esclarecer hechos del conflicto colombiano— describe la que sería la última llamada interceptada a Escobar antes de que muriera.
En la conversación con su esposa Victoria Eugenia Henao, el capo le preguntó repetidamente qué iban a hacer ella y el resto de la familia. También le mencionó que le faltaban dos movimientos y sentía que estaba cerca, presumiblemente, de resolver la situación.
A 30 años de su muerte los crímenes no han sido totalmente esclarecidos y el narcotráfico no fue derrotado, Colombia sigue siendo el principal productor de coca en el mundo.
Rojas Peña es politólogo de profesión, pero ha dedicado gran parte de su vida a buscar a todos los implicados en el atentado del avión en el que murió su padre para lo que formó la Fundación Colombia con Memoria.
Por el atentado sólo ha sido condenado Dandenis Muñoz Mosquera, alias “La Quica”, quien paga una cadena perpetua en Estados Unidos, dado que entre las víctimas había ciudadanos estadounidenses.
En Colombia, reclama Rojas Peña, no hay avance en la investigación: “Son 34 años en los cuales eso sigue en la impunidad. La investigación está en un estado preliminar... es como si se acabara de enterar la Fiscalía que hubo un atentado".
En el magnicidio de Galán hay mayor avance. Fue condenado el exministro y exsenador Alberto Santofimio a 24 años de cárcel y Miguel Maza Márquez, exdirector del DAS, a 30 años de prisión.
“El modus operandi era siempre que ocurría un hecho violento, como un asesinato o una bomba, inculpar exclusivamente del hecho a Pablo Escobar”, dijo Galán, quien aseguró hubo un complot para asesinar a su padre. “Con el paso de los años fuimos descubriendo que no solamente estaba el Cártel Medellín, sino también el Cártel de Cali y los paramilitares que fueron los autores materiales”.
Los Galán lograron revivir el Nuevo Liberalismo, partido fundado por su padre, y en las recientes elecciones locales de octubre ganaron presencia política notoria con la victoria de Carlos Fernando Galán en la alcaldía de Bogotá.
Juan Manuel Galán considera que Colombia está viendo un resurgir de la violencia que creía superada hace 30 años y que las actuales conversaciones de paz con grupos armados no están dando frutos. También considera que en la política de drogas se "requiere es avanzar hacia una regulación de las drogas, que es distinto a una legalización”.
Rojas Peña, por su parte, lamenta que las nuevas generaciones que no sufrieron la violencia de Escobar queden en la “cultura de la fascinación” que muestran novelas, series de su vida e incluso hagan turismo en los lugares que habitó.
Con su fundación, Rojas Peña creó una página web llamada “Narcostore” que en principio simula vender camisetas y otros artículos con la cara de Escobar —como en realidad lo hacen algunas tiendas—.
Cuando se intenta concretar la compra, el usuario encuentra un video con el testimonio de una víctima de Escobar y una advertencia en letras rojas: “Falta mucho para solucionar el problema del narcotráfico, pero dejar de exaltarlo es el inicio”.