PARÍS — Caminan, se ocultan y chupan la sangre de su víctima cuando duerme. Pueden viajar en las ropas o en las mochilas, en busca de otra persona con la que puedan darse un festín en el tren subterráneo o en el cine.
Las chinches van adonde va uno y se han convertido en una pesadilla para los franceses durante semanas.
El gobierno se ha visto forzado a intervenir para calmar a una nación cada vez más nerviosa, que albergará los Juegos Olímpicos en poco más de nueve meses. Semejante suceso podría ser la ocasión ideal para la infestación por parte de estos insectos que adoran a las multitudes.
La primera ministra Elisabeth Borne se reunía el viernes con los ministros para idear formas de enfrentar la crisis de las chinches. El ministro del transporte Clement Beaune conversó esta semana con empresas de transporte a fin de trazar un plan de supervisión y desinfección.
Asimismo, trató de mitigar lo que algunos consideran una psicosis nacional, inflamada por la prensa.
Manténte al tanto de las noticias locales y del estado del tiempo. Suscríbete a nuestros newsletters gratuitos aquí.
“No hay un resurgimiento de casos”, dijo Beaune. Añadió ante los periodistas que 37 casos reportados en el sistema de autobuses y tren subterráneo, así como otra docena en los trenes, eran infundados.
Refutó también la autenticidad de videos muy populares en las redes de socialización, que mostraban a varias criaturas pequeñas, arremolinándose en el asiento de un tren rápido.
Las chinches han sido una plaga en Francia y otros países durante décadas. Del tamaño de una semilla de manzana, estos insectos no saltan ni vuelan, pero se movilizan tan fácilmente como la gente lo hace entre ciudades y naciones. Y se han vuelto cada vez más resistentes a los insecticidas.
Si eso no basta para generar comezón, hay otro dato: Las chinches pueden permanecer con vida durante un año sin comer.
Cuando no hay sangre disponible, “pueden lentificar su metabolismo y simplemente esperarnos”, dijo Jean-Michel Berenger, entomólogo que cría chinches en su laboratorio, dentro de la sección de enfermedades infecciosas en el Hospital de la Universidad Mediterránea en Marsella.
El bióxido de carbono que expelen todos los seres humanos “las reactiva, y pueden volver para morderlos”.
Berenger dijo que, por ahora, hay una plaga evidente: “Las chinches han infestado la prensa”.
Pero las pesadillas suelen alimentarse al menos por una dosis de realidad.
Más de una de cada 10 viviendas en Francia estaba infestada con chinches de 2017 a 2022, de acuerdo con un informe de la Agencia Nacional de Seguridad en los Alimentos y los Medicamentos. La dependencia se basó en una encuesta realizada por Ipsos sobre un tema que poca gente estaría dispuesta a exponer en público ante el temor de quedar estigmatizada.
Pero el silencio es un error, consideran los expertos. Ningún grupo social es inmune a encontrar chinches en sus ropas, frazadas o colchones.
“No es un problema de higiene. Lo único que les interesa a las chinches es tu sangre”, dijo Berenger. “Les da lo mismo si vives en un basurero o en un palacio”.
Está en auge el negocio de las compañías dedicadas a erradicar a estos bichitos marrones, un proceso que suele comenzar con la detección por parte de perros entrenados para olfatear a las chinches. Si se confirma una plaga, los técnicos rocían el área con vapor sumamente caliente.
El calor y el frío extremos son los enemigos principales de las chinches. Una recomendación del gobierno francés para las víctimas consiste en colocar las ropas en el congelador.
Kevin Le Mestre, director de Lutte Antinuisible, dijo que su empresa está recibiendo “decenas” de llamadas. En el pasado, la gente no solía reaccionar así, ni siquiera cuando las chinches la mordían.
“Ahora, en cuanto detectan una mordedura, no se preguntan a sí mismos si proviene realmente de las chinches o no. Nos llaman de inmediato”, dijo un técnico de control de plagas de la empresa, Lucas Pradalier, mientras desinfectaba un apartamento en París.
Un perro sabueso detectó las chinches en la base de una cama y entre las tablas que conformaban el piso de madera.
El pánico cundió entre el público francés hace aproximadamente un mes, cuando surgieron reportes de que había chinches en un cine de París. Comenzaron a aparecer en las redes sociales distintos videos que mostraban también a los insectos en los trenes y autobuses.
Ahora, tanto los socialistas como los centristas en el partido del presidente Emmanuel Macron quieren proponer iniciativas para combatir las chinches. Mathilde Panot, legisladora de extrema izquierda, llevó recientemente un envase con chinches al parlamento para reprochar al gobierno, que, a su juico, dejó que estos insectos proliferaran.
Las chinches, molestas desde tiempos inmemoriales, parecieron desaparecer con la aplicación de insecticidas sumamente tóxicos y ahora prohibidos. Reaparecieron en la década de 1950, particularmente en ciudades densamente pobladas, como Nueva York.
Y recorren el mundo, gracias al comercio y al turismo.
Ello complica el reto que plantean para los Juegos Olímpicos que comienzan en julio en París.
“Todos los desplazamientos de la población humana son positivos para las chinches, porque pueden ir con nosotros a los hoteles o en los transportes”, indicó Berenger.
Beaune, el ministro del transporte, confía en que puedan darse pasos para mitigar los temores del público. Sin embargo, reconoció que “estas chinches son infernales”.